Conspiración de los Soles y Rayos de Bolívar.

rayos-y-soles                                              Bandera de los conspirados
Conjura patriótica en Cuba de carácter masónico debelada en 1823, cuyos participantes establecieron contactos con la República de Colombia presidida por Simón Bolívar.

La conspiración tuvo sus comienzos a inicios del decenio del 20 del siglo XIX, impulsada por varios factores, como la reimplantación en 1820 de la Constitución española de 1812, el consiguiente debate político e ideológico entre liberales y absolutistas hasta que en 1823 fue aplastado el gobierno liberal en España, y el avance y consolidación de la lucha anticolonialista en el continente.

Aunque aún hay muchos puntos oscuros respecto de aquel movimiento, varios latinoamericanos residentes en Cuba promovieron la conspiración para apoyar la lucha contra España en Tierra Firme y alcanzar la independencia de la Isla, aunque se ha afirmado que se buscaba la anexión a Colombia.
Al ser aplastada, entre julio y agosto de 1823, a su cabeza se hallaba el cubano José Francisco Lemus, coronel del ejército bolivariano. Por entonces se barajaban planes de invasiones a Cuba, continuados luego de ser descubierta y descabezada la conspiración, como la oferta del general salvadoreño José Manuel Arce, quien brindó 400 combatientes centroamericanos o como la solicitud de un cuerpo militar de 3 000 hombres al mando del general Manuel Manrique, que sitiaba a Puerto Cabello, todavía bajo la ocupación peninsular, pero cuya muerte frustró los planes. En la causa judicial se señala, sin embargo, que los conspiradores pretendían crear la república de Cubanacán.

Los Soles y Rayos funcionaba en La Habana bajo la cobertura de una logia masónica que sostenía nexos con otras instituciones de ese tipo, como la de los Caballeros Racionales, en Matanzas, y la Cadena Triangular, en Camagüey, y tenía ramificaciones en Pinar del Río. El nombre provenía de la organización adoptada para mantener la compartimentación: cada iniciado tenía que reclutar a otros seis para entonces recibir el grado de sol, mientras que los incorporados formaban sus rayos. Los conjurados debían procurar su ingreso en los cuerpos de milicias, para así obtener armas.

A principios de mayo de 1823 asumió la capitanía general de la Isla el general Francisco Dionisio Vives, quien maniobró con prudencia para evitar el estallido separatista. Conocedor de la conspiración, Vives aprovechó el derrumbe del gobierno constitucional en España, durante junio y julio de aquel año por la intervención de las tropas francesas que restauraron el absolutismo con el rey Fernando VII, y dictó orden de prisión contra los principales miembros, pues los sucesos en la metrópoli habían dado impulso a los conspiradores.

Ya en julio fueron apresados numerosos conjurados y a partir del 14 de agosto se produjeron más de cien detenciones de personalidades principales del movimiento en La Habana y Matanzas, como José Francisco Lemus, y el doctor Juan J. Hernández, Lemus fue apresado en la casa del comerciante venezolano Juan Jorge Peoli, en Guanabacoa, y encerrado en el cuartel de Belén, en La Habana, de donde trató infructuosamente de escapar. Entre los involucrados que lograron escapar al extranjero se hallaban los camagüeyanos Francisco Agüero y Manuel Andrés Sánchez, quienes se unieron posteriormente al ejército bolivariano y retornaron a Cuba en 1826, al parecer para reorganizar la conspiración en Camagüey, pero resultaron detenidos y ejecutados en esa ciudad ese mismo año. Otro grupo de los huidos, con José Aniceto Iznaga, Miguel Teurbe Tolón, Gaspar Betancourt Cisneros, El lugareño y José Agustín Arango gestionaron por Estados Unidos y ante el gobierno bolivariano la liberación de Cuba. El joven poeta José María Heredia fue uno de quienes pudo escapar fuera del país.

Resultaron encausadas más de 600 personas, pero al dictarse sentencia en diciembre de 1824 solo fueron condenados 25. El fiscal de la causa judicial declaró que la mayoría de los implicados eran «jóvenes irreflexivos, incautos y candorosos campesinos».

No resulta posible precisar el alcance social de la conspiración, pues es evidente que las autoridades coloniales trataron de minimizarla para impedir que el ancho bando de los resentidos contra el gobierno español (constitucionalistas, liberales, esclavistas temerosos de que España cediera la colonia a Inglaterra, anexionistas a Estados Unidos) unieran sus esfuerzos a los de los conspiradores.

Se ha presumido acerca del carácter abolicionista de los Soles y Rayos, pues Bolívar había abolido la esclavitud desde mucho antes, y porque entre los detenidos y acusados había mucha gente de color, libres y esclavos, junto a personas de clase media y hasta de grandes propietarios, con profesiones diversas y que desempeñaban puestos como alcaldes, jueces y oficiales de la milicia.
Pero también se ha asegurado que las autoridades dieron vuelo a la presencia de negros y mulatos entre los conspiradores para atemorizar a la población blanca ante una posible rebelión de los esclavos. Muchos intelectuales de la época, como Francisco de Arango y Parreño, combatieron el movimiento y otros, como José de la Luz y Caballero, Domingo del Monte y José Antonio Saco, juzgaron el intento con severidad años más tarde.

Tomado de:
ENCICLOPEDIA DE HISTORIA Y CULTURA CARIBEÑAS (EnCaribe)